martes, 4 de mayo de 2010

IRA
Es el arrullo del arroyo cuando arropas con arrojo,
cuando cavas cañadas a la orilla del “ya voy”,
cuando los vaivenes del viento ventilan despojos,
cuando sabes que sé que sabes qué solo estoy.

Es el decrépito crepitar cuando crees con censura,
cuando desconfías de mi fe a medida que me vences,
cuando no llueven ni enardecen lágrimas con usura,
cuando mides nuestra distancia en días, metros y meses.

Es vergüenza desvergonzada cuanto te desvistes,
cuando hojaldrean tus ojos por doquier en alquiler,
cuando tientas con tiento a destiempo sin tintes,
cuando sin querer te desvives viviendo en mi ser.

Es imagen imaginada aliñada con halitósico aliento,
un despropósito propuesto, mierda, sed y silencio,
cuando tarda la tortura en levantar el lamento,
cuando me pides tres cuartos y medio tercio.

Es cementerio de cimientos de cemento cojo
cuando arrepentido de arrepentirse de las quimeras,
señalas la señal, miras mi mirar,
cuando, ojo por ojo, cobras de cobre
tus treinta monedas.

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